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Elecciones primarias buscan abrir las puertas a una transición en Venezuela

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Submarino unsplash Vedang Tandel

Francisco Olivares

Con la pérdida de su base electoral Nicolás Maduro impuso un régimen más autoritario y represivo que el de su antecesor Hugo Chávez. Venezuela es uno de las cuatro países autocráticos del continente.

En las últimas semanas hemos visto con mayor intensidad los mensajes, videos e imágenes de los candidatos opositores haciendo recorridos en las regiones ofreciendo un cambio para el país, mejores salarios, libertades, justicia y todo aquello de lo que han carecido los venezolanos en las dos últimas décadas.

Las escenas podrían identificar a un país con rasgos democráticos en el que, si bien rige un poder autoritario, aún existen espacios en los cuales los políticos disidentes pueden moverse y aunque, con limitaciones, podrían competir en un proceso electoral.

Esta competencia de primarias para escoger a un candidato entre opositores para 2024 podría considerarse como una fórmula para renovar la dirigencia opositora, recuperar el vínculo con una ciudadanía sumida en desesperanza, y también un mecanismo para la unidad y ofrecer al país un programa y camino común que pueda reconocerse como una alternativa sólida para dirigir al país a una transición hacia la democracia.

Sin embargo, hasta el momento, salvo algunas voces que dan prioridad a la unidad, predominan todavía las diferencias y aún no está claro si quienes pierdan se aliarían al ganador. No está prevista doble vuelta de manera que quede sellado que el candidato ganador tendrá un apoyo mayoritario. Hay que recordar que hasta ahora hay 11 candidatos y quien gane, además de los inconvenientes derivados del registro y del costo de llevar los comicios a todo el país, el que gane entre tantos candidatos, sólo tendrá un reducido porcentaje de apoyo.

Los estudios de opinión reflejan una indiferencia hacia los líderes de oposición y las primeras encuestas reflejaron que 51% de los consultados afirma que no votará por ninguno. En la larga lista de posibilidades de construir un mecanismo que genere una transición en al país hacia la democracia, estos dos elementos son el primer obstáculo para subir el primer escalón.

De régimen híbrido a la autocracia

Hasta la muerte oficial de Hugo Chávez en marzo de 2013, Venezuela podía considerarse un “régimen híbrido” de acuerdo a la clasificación de la organización Freedom House. Es decir, un régimen autoritario que utiliza algunos sistemas como las elecciones como mecanismo de legitimación, pero sobre el que se asegura el control, al igual que con otros poderes públicos. Se mantiene limitada a la oposición y el uso de la fuerza es recurrente en casos necesarios.

No es que Chávez fuese menos autócrata que Nicolás Maduro. El “comandante eterno” desde que asumió el poder se propuso implantar un modelo extremo, autocrático, inspirado en la Cuba comunista, mediante un proceso gradual de reformas que se iniciaron con la nueva constitución bolivariana y las reformas de leyes. En los distintos procesos electorales, hubo un severo control del sistema, estrategias para favorecer a sus votantes, manipulación de testigos, cambios de lectores entre otros mecanismos de control. En ellos, se permitió la participación opositora, pero en los años de Chávez el régimen tuvo un fuerte soporte en el electorado movilizado por el líder carismático.

Con su muerte, el sucesor Nicolás Maduro heredó el modelo político, pero no pudo mantener al apoyo electoral. Además de no heredar su carisma, los efectos de todas las políticas aplicadas por el chavismo, como las expropiaciones, el control de la economía, la politización de las industrias básicas, especialmente de Petróleos de Venezuela (PDVSA), la militarización de las empresas básicas y la alta corrupción desmoronaron la capacidad económica del gobierno, mermaron los programas sociales y al día de hoy, destruyeron la capacidad salarial del mundo laboral venezolano.

Esta condición obligó a Maduro a llevar el modelo a un “régimen autoritario” es decir una autocracia, pero que aún mantiene ciertos resquicios del sistema híbrido, con los procesos electorales, aunque no son libres y transparentes.

The Economist Intelligence Unit afirma que solo 6,4% de la población mundial vive bajo “una democracia completa” mientras que más de un tercio se encuentra sometido por regímenes autoritarios (37% de la población mundial). En su último estudio correspondiente a 2021 encontraron que todas las regiones del planeta registraron una reducción en los índices de democracia, a excepción de algunos países del este de Europa. Hay 59 países bajo regímenes autoritarios entre los cuales se encuentra Venezuela. En Latinoamérica 98% de la población no vive en una democracia plena, solo Uruguay y Costa Rica gozan de ese estatus (1,3% de la población) y hay cuatro regímenes autocráticos: Haití, Nicaragua, Cuba y Venezuela.

Chile pasó de ser una “democracia completa” a ser una “democracia incompleta”; Ecuador, México y Paraguay pasaron de “democracias incompletas” a “regímenes híbridos”; y Haití pasó de ser “régimen híbrido” a “régimen autoritario’. Cuba, Nicaragua y Venezuela registran los más bajos índices entre los regímenes autoritarios.

Si bien se habla de un nuevo ciclo de regímenes de izquierda en Latinoamérica es de destacar que en las condiciones actuales no son monolíticas como cuando se creó el Foro de Sao Paulo. El intento de Lula Da Silva de reunificar a la izquierda latinoamericana en la reciente cumbre en Brasil y lavar la cara del gobierno de Maduro mostró las diferencias profundas entre estos regímenes “híbridos” como el de Chile en el que su izquierdista presidente, Gabriel Boric, no avaló maquillar las violaciones de derechos humanos en Venezuela.

¿Se habla de transición?

En ese estatus autoritario se mueven los candidatos opositores venezolanos en busca de sus electores y con el objetivo de postularse como líderes de la oposición.

Con la eliminación del gobierno interino y la salida de Juan Guaidó al exilio, después de haber liderado a una oposición que ganó con mayoría la Asamblea Nacional en 2015, Maduro desconoció esa instancia fundamental para un sistema democrático, gobernó con decretos con el Tribunal Supremo de Justicia y con la fuerza de las armas. Hoy la oposición disminuida, golpeada, dividida, con líderes presos y en el exilio, intenta reconstruir su fortaleza, pero ahora lo hace frente a un régimen mucho más autoritario.

Otra fortaleza debilitada internacionalmente ha sido el apoyo logrado de las democracias del mundo, de cerca de 60 países, que hoy hacen un cambio de estrategia frente a Latinoamérica y Venezuela, por efecto de la guerra de Ucrania, que obliga a Estados Unidos y Europa, a abrir caminos de entendimiento, para proveer a sus países de los recursos naturales que provienen de este continente, dado el bloqueo generado a Rusia.

Ese nuevo escenario es fundamental para definir estrategias hacia una transición. Es de aclarar que si bien ha habido encuentros con Maduro y representantes de esos países hasta ahora esas conversaciones no se han traducido en cambios sustanciales en el país y por ello, las sanciones siguen vigentes.

El régimen de Maduro alimenta gran parte de sus ingresos desde la economía negra, que se estima maneja aproximadamente 35% del Producto Interno Bruto. Esa economía ilegal, se mueve a través de su alianza con las autocracias mundiales, especialmente con Rusia, pero además también se nutre de organizaciones del crimen organizado que trafican con oro ilegal, minerales y narcotráfico; también operan en el país el ELN, Nueva Marquetalia y FARC disidente y bandas armadas.

Las alianzas internacionales han sido importantes para Maduro para conseguir recursos, ha provocado cambios en el país con cierta libertad cambiaria y el fortalecimiento de nuevas empresas que trabajan alineadas al poder. Esos cambios empoderaron a una nueva clase empresarial ligada a los negocios vinculados al gobierno.

Sin embargo, la ausencia de instituciones autónomas y la extendida corrupción, han limitado el desarrollo y la inversión de los países aliados y nuevos empresarios. Gran parte de esos capitales que se generan, incluyendo los de la economía negra, terminan en cuentas en el exterior. Por más aliado que puedan ser, no arriesgan capital si no tienen condiciones de seguridad, que evidentemente no las hay.

Candidatos y transición

Los enfrentamientos entre opositores, la tendencia a ser el “líder mediático”, la ausencia de balances políticos y estratégicos en aciertos y errores en los partidos, más la fuerte represión aplicada contra líderes y militantes, han obstaculizado la creación de una oposición sólida, unida, y con un proyecto político de gobierno acordado por todos los actores. En este momento no existe una referencia para conducir al país. ¿Podrían las primarias y la adhesión de la gente llevar a la dirigencia a consolidar esa unidad? …es muy difícil pero no imposible.

Algunos candidatos, diferenciándose de sus líderes históricos, comienzan a hablar de esa necesidad. Freddy Superlano, que viene de Voluntad Popular, uno de los partidos considerados más radicales que lideraron la llamada “Salida” en 2017, ahora promueve la unidad y participar en las elecciones como un mecanismo de movilización de la población.

Delsa Solórzano, de Encuentro Ciudadano, ha expresado que no se trata de una elección común en un país con democracia. Dice que hay que crear las condiciones para generar una transición en Venezuela. Y señala que luego de las primarias hay que construir un movimiento unitario para enfrentar a Maduro y el poder gubernamental.

María Corina Machado, de Vente Venezuela, centra su campaña en su propia figura y comienza a hablar de transición. ¿Puede ella sola generar condiciones para promoverla?

Movilización social

Luego de las grandes movilizaciones contra Maduro en 2017 se generó un descenso de las luchas sociales. En los últimos tres años los sectores laborales y sociedad civil volvieron a las calles, pero esta vez, reclamando sus reivindicaciones económicas y sociales de manera atomizada por sectores, con ausencia de partidos opositores y un elemento común: la exigencia de un cambio de gobierno. Solo algunos dirigentes jóvenes, de manera individual y a través de organizaciones comunitarias han estado vinculados a las protestas.

Un elemento clave que hace cambiar las relaciones de poder entre el gobierno autocrático y la sociedad que aspira a un cambio es el vínculo entre la necesidad de cambio, la lucha por los derechos económicos y civiles, y el respaldo de esa sociedad a sus líderes organizados. Sin una construcción de esa naturaleza la sociedad civil por su lado, es débil ante el poder autocrático. Igual ocurre a los partidos, políticos y sus organizaciones. Esa unidad civil y política organizada es uno de los factores más poderosos para contrarrestar el poder autocrático y debilitar su aparente unidad.

La alta polarización y enfrentamientos que se han generado entre corrientes opositoras exacerbadas en redes sociales, falsas noticias y campañas desde el gobierno. Esa tendencia no es solo en Venezuela. Las pugnas extremas están afectando las democracias en el mundo, siendo utilizadas para profundizar las diferencias y suelen ser promovidas desde la política por dirigentes populistas con falsos mensajes. En Venezuela ha sido común desde el gobierno, sus voceros y aparatos de propaganda. Ese es otro elemento a tomar en cuenta para superar conflictos que pueden resolverse y manejarse por vías institucionales de las propias organizaciones.

No se puede prever que resultará de la etapa “post-primarias” y cual será el juego del gobierno para mantener a raya a la sociedad venezolana. Pero sin esas condiciones, los factores opositores seguirán actuando en desventaja.